Desdoblando y masillando toda una vida, esta es la historia de Mario Javier Garcés

Mario Javier Garcés Maya es uno de los talentosos técnicos pastusos en este oficio, en el que no sólo se necesita conocer de pintura y masilla, sino también de mecánica automotriz y hasta de diseño de carros. Él es un artista mezclando pinturas que alcanzan la fidelidad óptima de las originales y a sus 48 años, dice que no habido color que aún no haya podido igualar.

Es un maestro originario de la capital de Nariño, hijo de don José Javier Garcés y doña María Isolina Maya, el cuarto de cinco hermanos, pero el único que practica desde hace 33 años el oficio que aprendió cuando tan sólo era un jovencito de sexto de bachillerato, pues decidió no seguir con el estudio y más bien ponerse a hacer algo que le produzca beneficio económico y así encargarse de sus gastos y colaborar en lo que más se podía en su casa.

A los 15 años conoció de la cerrajería, latonería y pintura en Industrias Metálicas de Pasto, oficio que le ayudó a conseguir su padre con el señor Clemente Trujillo, quien es el propietario. En aquel entonces se vinculó como un oficial o ayudante al que le pagaba un diario. Estudiaba en el nocturno del Colegio Javeriano, pero optó por dejar los estudios y mejor dedicarse a trabajar; de esa manera terminó convirtiendo la lámina y pintura como su profesión hasta el día de hoy.

Adoptó el oficio como principal fuente de ingreso, puesto que en aquel entonces la situación era algo precaria y sólo se pensaba en buscar trabajo; claro que a excepción de algunos años en los que tuvo que ser conductor de taxi, de buseta y hasta vigilante, porque mientras se independizaba colocó un taller cerca del estadio Libertad, donde fue asaltado por ladrones que lo saquearon de sus herramientas y hasta de cosas ajenas que luego tuvo que pagar.

Desde sus inicios en el oficio decidió ser constante y poco a poco se fue encariñando con los secretos de las mezclas de pintura y el cómo se debía enderezar golpes imposibles de corregir; de esta manera pasó a otro taller, en donde conoció al maestro Marcos de la Rosa, en donde ya le comenzaron a pagar semanalmente o por obra, pero él necesitaba independizarse porque cuando se acercaban los pagos, sus jefes, a veces no le pagaban lo justo y era decepcionante dedicarse a trabajar honradamente y en oportunidades no recibir ningún salario; por eso tomó la decisión de reunir un capital para adquirir su herramienta de trabajo y algo más de experiencia para años más tarde colocar su propio taller.

Inicialmente como nos comentó en su mala experiencia cuando le robaron, no le fue muy bien, porque tuvo que reunir casi $5.000.000 millones de pesos para devolver las cosas que le hurtaron; pero una vez pagó la deuda, nuevamente se incorporó, recuperó las ganas de seguir adelante y finalmente sentó su taller en el barrio Granada, desde donde hace 15 años prepara pinturas según el estado de los carros de sus clientes, para lijarlos muy bien, fondear, rectificar, nuevamente lijar muy suave, para que al final las piezas queden como si hubieran salido del almacén.

Se casó con la señora María Patricia Cuarán, con quien tuvo a su único hijo Mario Andrés Garcés, quienes son su motivo de lucha diaria y de agradecimiento a Dios por su trabajo y de haber aprendido un buen oficio que le provee de lo más necesario para vivir dignamente dentro de las comodidades normales de una familia promedio en nuestra ciudad. Al maestro le motiva mucho ser un buen ejemplo para su hijo, apoyarlo en su diario vivir y sentirse como un roble para responderle a su esposa en el hogar.

Por lo pronto desea continuar con sus labores, pero pretende ubicarse en un buen taller, donde le alcance la clientela que llega recomendada por otros clientes, porque en ocasiones, en el sitio en donde trabaja, utiliza los linderos peatonales y eso es algo que a él le incomoda; aunque de manera alguna es difícil ubicarse en otro lado, puesto que ahí ya lo reconocen como ‘el maestro Mario’.