De la posibilidad del afecto y el amor
Por: Gabriel Riaño
Amar es disposición y toda una bendición. Nos sucede porque así lo decidimos, estamos en posibilidad que nos suceda, pero no necesariamente nos sucede o no nos damos cuenta que nos sucede, lo cual es el peor infortunio para la humanidad. En la antigüedad, (hace 5.000 a 7.000) el amor no era tan complicado, se daba y se vivía, entendido desde la posibilidad y decisión de compartir la vida, de disfrutar del placer, incluso de tener hijos, sin duda con situaciones de dolor, sufrimiento y frustración, pero que formaba parte de la vida, como lo es el aire. En tal momento las mujeres no estaban sometidas al modelo patriarcal que llega hasta nuestros días. Para algunos, corresponde al momento matrístico de la humanidad.
Con el patriarcalismo el amor quedó sujeto a la reproducción, a la consolidación de la estirpe, a la concentración del poder y de la riqueza, y para ello, la moral se convirtió en una de las herramientas más efectivas para su instrumentalización. Amar, en este sentido, pasaba por el tamiz de los intereses, de las alianzas, de las ganancias, de la capitalización, de las ventajas, de los resultados y no necesariamente pasaba por el deseo, los afectos y los sentimientos, es decir, no constituía necesariamente amor, a tal punto que se decía que el amor llegaba con el tiempo.
En el ámbito occidental, además de conformar práctica social, tanto la Iglesia como el Estado buscaron blindarlo con mecanismos de exigibilidad y obligatoriedad que acarrearan estigma de pecado o sanciones económicas y/o penales, en caso que no fuera asumido así. Hasta unas dos generaciones atrás, podía encontrarse una sólida articulación entre la práctica social, el dogma religioso y la justicia, con una amplia intervención de medios de comunicación y mecanismos de reconocimiento y sanción social, para aplaudir o sancionar el arreglo a lo dictado como amor, quedando, aún, instalada en la memoria y en la cultura, que tanto hombres como mujeres aplicamos inconscientemente.
Diversos autores, comunidades y prácticas han pensado y vivido el amor al margen de lo establecido, sin que necesariamente se conecte con lo vivido en lo matrístico, sino que involucra otras prácticas y reflexiones, surgiendo como resistencia y alternativas frente a la propuesta hegemónica.
En lo matrístico se prefieren las emociones, los deseos, el sentimiento, el placer, el bienestar, (el cuerpo), la formación y la preparación basada en el afecto (la formación pasa por el cuerpo), la decisión, la autonomía (ser consciente), la comunicación, la solidaridad, el perdón y sobre todo el reconocimiento y el respeto (la relación), donde el otro, es parte vital y necesaria en el encuentro amoroso. Sin el otro, indudablemente, no es posible el encuentro.
Este modo de vivir el amor, es el modo para el que estaríamos preparados por naturaleza, no obstante, con la práctica social y educativa que se centra en la visión y la audición, sin pasar por el cuerpo, estamos atados y vinculados al modelo racional occidental que cercana el cuerpo.
Esta duplicidad/dualidad de aproximación al mundo del amor, es la tensión que nos atraviesa y como no sabemos/conocemos nuestro cuerpo, no entendemos, ni comprendemos nuestros sentimientos, ni nuestras emociones, como tampoco nuestros deseos y, en nuestra gran mayoría nos debatimos entre el pecado, la culpa, el dolor y el sufrimiento, confundiendo el amor con la propiedad y el derecho, limitándonos para el ejercicio real de nuestros sentimientos y deseos, dándole vida a la represión y la violencia. La respuesta, como ha dicho Bauman, es el amor líquido, esto es, la fragilidad del afecto y la búsqueda mediante descarte de la mejor opción, o del menor mal.
Recientemente, el Procurador Ordoñez se pronunció en contra de las manifestaciones de afecto en el ámbito escolar, pidiendo mantener en los manuales de convivencia de los centros escolares la facultad de restringir las manifestaciones excesivas de afecto como abrazos y besos, olvidando que uno de los adalides del modelo reaccionario de últimos tiempos, en época de pensamiento libre, a pocos años de expedida la Constitución de 1991, en su Libro “derecho a la ternura” denunció que nuestra cultura es “visual – auditiva” y la escuela, heredera de dicha tradición establecida por la Iglesia, tan sólo requeriría que los niños tuviesen ojos, oídos y manos “en actitud de agarrar el lápiz”, sin que hicieran falta los “demás sentidos y el resto del cuerpo”, aclarando que el “cerebro necesita el abrazo para su desarrollo”, por cuanto “es un auténtico órgano social, necesitado de estímulos de ambientales para su desarrollo” y cierra señalando que “la cultura no es nada más que un gran dispositivo para acondicionar cerebros y, por eso, no es en modo alguno accidental que se prefiera una determinada mediación perceptual sobre otras, dependiendo de los intereses predominantes del poder.”
Así, fácil es equivocarnos, fácil es dañar, fácil es maltratar, fácil es vulnerar al otro.
Este comentario, en lo relativo a la escuela, me hace recordar la experiencia TRAUMÁTICA que vivió un niño, cuando pasó Preescolar de una Entidad Privada a una escuela Pública…Acostumbrado a recibir en el Jardín, cariño y todo tipo de atenciones, besitos de entrada y salida…Llega a la escuela, y se encuentra con un ser realmente despreciable en la personas de su profesora, un ser totalmente amargado(a)…Causa de esto, el niño se sentía muy mal en es medio de represión…